viernes, 26 de agosto de 2011

De las canas de Hopkins y otras historias



Hay algo que mueve el mundo que va más allá de las coincidencias de la vida, de los encuentros fortuitos, curiosos y sorprendentes, de la casualidad. Hay algo que mueve el mundo, sin saber muy bien por qué ni con qué fin, pero que pone los pelos de punta. Es complicado de entender pero ahí está. Quizás sean gracietas para que la vida sea más chispeante, sin más.


Se llama Sincronicidad y para mí es demasiado etéreo para explicarlo y comprenderlo, ni al nivel de un niño de 5 años, y aun estando en esta nube del nirvana a la que me lleva el Miolastan. El término lo eligió Carl Gustav Jung, un psicólogo y psiquiatra suizo, después de pensarlo mucho y de de flipar bastante con lo que le pasó. Posteriormente otros muchos han seguido intentando dar una explicación ¿científica? al tema en cuestión. Tiene su chicha.


El señor Jung estaba escuchando un sueño de una paciente. Un sueño en el que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella se lo explicaba, él estaba sentado de espaldas a una ventana cerrada. De repente, sintió un ruido como si alguien golpeara el cristal, se dio media vuelta y vio un insecto que chocaba contra la ventana. Lo cazó y vio, acojonaíto, que era lo más parecido que puede existir en estas tierras de dios a un escarabajo de oro. Una Cetonia Aurata o Cetonia Común, para quien le pueda interesar. 


Anthony Hopkins, el actor, también lo flipó en su día. Hace años le propusieron un papel en una película que estaba basada en el libro de George Feifer, La chica de Petrovka. Para enterarse un poco de que iba el tema, quiso comprar el libro. Pero en todas las librerías que buscó, no lo encontró. Disgustado, se sentó en un banco, yo que sé, digamos que a atarse un zapato, y vio un libro usado que to-to-to-to-to-to-ma, era The Girl from Petrovka. Un ejemplar que contenía notas personales, apuntes y demás. Por supuesto, se lo quedo. Cuando comenzó el rodaje, tuvo la oportunidad de conocer al escritor quien, sin ningún porqué, sacó el tema de que, fíjaté tu, había perdido su ejemplar lleno de anotaciones hacía un par de años. Ese fue el momento en el que a Hopkins se le quedó el pelo blanco, esa cara se susto, y le devolvió su libro al autor.


Hace tiempo, mucho tiempo, nos hicimos con unos amigos un regalo del amigo invisible. El hazar quiso que Carlos regalara a Dani. Compró un libro que sería algo así parecido a "Cómo hacer mi primer corto de cine" que venía acompañado con un dvd, imagino, de demostración, porque a Dani le gustaban esas cosas. El flipe vino cuando los dos amigos, mano a mano, pusieron el dvd. Y se vieron a ellos mismos. Ellos mismos, ellos dos, salían en el Corto que los del libro habían grabado en el Parque de El Retiro mientras ellos dos paseaban tan contentos por delante de la cámara años atrás. Solo ellos dos.


Hoy, hablando de esto con mi compañero Edu, su ordenador le ha dicho que ya iba siendo hora de sincronizar los colores de la pantalla. Es más cutre, pero Sincronicidad al fin y al cabo, ¿no?



domingo, 21 de agosto de 2011

Y que no acaben nunca

Esta noche he soñado que me ofrecían un trabajo en Nueva York. La cosa, aunque era precipitada e inesperada, pintaba bien. Pintaba bien hasta que he me despertado y he pensado que no quiero trabajar en el sitio más molón de Nueva York, ni en una tienda de chuches, ni en ningún lado. Quiero seguir leyendo hasta que me cubra la sombra todo el cuerpo, quiero seguir  disfrazando a mis sobrinos, verles bailar y cantar "estoy loca con mi Kike" y ponerles el pijama. Quiero tumbarme con una manta de algodón la siesta. Quiero ver más gallinas y conseguir ver un zorro. Quiero seguir viendo cómo familias enteras sucumben ante las olas y salen con el culo y las tetas al aire y el pelo revuelto. Quiero escuchar música al sol. Quiero reírme con viejos amigos. Quiero terminar la partida de cartas con mis hermanas. Quiero que Kike vea por fin una estrella fugaz y que no se peine nunca. Quiero beberme una cerveza de la neverita llena de hielos y agua de mar. Incluso quiero seguir con el pelo tan quemado como el de Sonia Monroy. Quiero seguir en la Isla.

No quiero buscar las llaves de casa ni ponerme crema. No quiero mirar mi correo ni el facebook. No quiero encender la tele. No quiero bajar y conseguir en cualquier tienda suavizante para la lavadora. No quiero poner la lavadora. No quiero vestirme de persona. No quiero cortar una cebolla. No quiero tener 6 botellas de agua en la nevera, ni que sea grande, ni que tenga imanes. No quiero hacer la cama. No quiero enterarme de que Jesús del Pozo ha muerto ni de que el Papa dice que no se puede seguir a Jesús fuera de la Iglesia. No quiero asomarme para ver a los pájaros dormir y que no estén. No quiero ir mañana a trabajar. No quiero que se acaben los días de descanso y libertad.

Quizás en unos días, quizás incluso horas, se me quita la tontería. Y quiero darme una vuelta por la ciudad. O ir a Fnac a comprar algún libro-disco-peli bueno. O entrar en un McDonals, que siempre anima. O pintar con flores, cangrejos o estrellas las piedras que he cogido de la playa. O ver quién está más moreno. O que llegue el Otoño y que se me quite esta cara de india que llevo. O encontrarme de nuevo con Kike en casa y jugar a que seguimos de vacaciones que, al fin y al cabo, uno se puede montar las vacaciones de muchas maneras. Y que no acaben nunca.

Venga. Animarsen!