lunes, 25 de julio de 2011

La fiesta de fin de curso

Las fiestas de fin de curso siempre generan cierto estrés y nerviosismo. Agradable, pero estrés y nerviosismo al fin y al cabo. Recuerdo cuando éramos pequeñas y nos ponían un lazo de algún color especial (vaya, rojo o blanco) en la coleta y nos soltaban a la pista de baloncesto para hacer un desfile, con banderas y todo, al son de El Tambor de Granaderos. En fin, un coñazo todo y hasta un poquito hitleriano ahora que lo pienso. Aunque en su momento era lo más para nosotras...


Menos mal que las cosas van cambiando y el mundo evoluciona. Ahora en los coles hacen chows mucho más currados al gusto de los niños, profes y padres. Que aunque sean los padres de esas criaturas que se están luciendo, no son gilipollas.


Me pongo el la piel de las chicas del video de abajo y me vuelvo loca de la emoción. Ahí, toda preparada, con tus amigas, con la camiseta ad hoc, haciendo por fin delante de otros cursos el baile que tanto has ensayado...y tooooooooma sorpresa que te llevas. ¡Es que te cagas del subidón!


Video grabado en un colegio de Harlem:



sábado, 23 de julio de 2011

Londres, 14 de Septiembre 1983 - Londres, 23 de Julio 2011


Quizás esta era la única manera de que descansaras. Ojalá te reencarnes en cuanto puedas para que podamos volver a escucharte, cuando estamos contentos y cuando estamos tristes. Que vuelvas con tus moños, tu lápiz de ojos, las bailarinas y tu voz. 





Tiramos la vida por la ventana


Preparamos las vacaciones. Ponemos mil lavadoras para tener los hits bien limpitos para el momento terraza junto al mar. Pasamos calor. Nos duchamos varias veces al día y ponemos el aire acondicionado a saco para estar bien frescos. Todas las noches nos llevamos un vaso de agua a la mesilla que ni si quiera tocamos. Nos lavamos los dientes, el pelo mil veces, tiramos de la cadena en vez de tirar papeles a la basura, tiramos el agua por la ventana...


Salimos a cenar y a veces nos dejamos la mitad. Vamos al Burger y salimos petados completa e innecesariamente. Tenemos máquinas en la oficina que exprenden Bonnies y Tigretones, alimento vital para el hombre y la salud. Tiramos lo que nos sobra, tiramos la comida por la ventana...


Vamos de rebajas y compramos lo que nos sienta bien y no necesitamos, porque son 9,95€. ¿Cuántos zapatos tenemos?, ¿vestidos?, camisetas ni te cuento. Gafas de sol, pulseras, chaquetas, millones de bragas. Tiramos la ropa por la ventana...


Y nos quejamos del mal tiempo que está haciendo este verano, qué putada no poder ir a una terraza, qué putada no poder ponerte la sandalias nuevas, qué putada que quería ir a la playa...Qué putada que llueve.


Somos unos consentidos y unos caprichosos. Damos mucho ascopena, porque muy cerca de nosotros hay millones de personas que se están muriendo de hambre, que ven a su ganado y sus mínimas posibilidades de alimentarse morir. Ven a sus hijos morir. 


Con las canciones que compramos desde iTunes, comería un poblado de Somalia. Pero siguen muriendo de hambre. Y pierdo la perspectiva, el equilibrio, las ganas de reír y de bailar. Aquí, como una gilipollas, buscando música para comprar y sin saber qué se puede hacer para no seguir así.

lunes, 18 de julio de 2011

Un poco de justicia onírica



¿De dónde vienen los sueños?, ¿son sombras de nuestro consciente que se aclaran en el inconsciente?, ¿son, sencillamente, pensamientos absurdos e imágenes que vamos almacenando al día que se ordenan aleatoriamente y crean una historieta para entretenernos mientras dormimos, como las películas del AVE? 


Soñar mola mogollón. A mi se me da bien y, gracias a los sueños, he viajado muchísimo. Total free y a todo trapo. He estado en Nueva York varias veces y en Berlín, ciudades que no conozco y que desde la almohada parecen estupendas. He volado, dando brazadas y parando en árboles para coger impulso y también he ayudado a la policía a resolver algún caso sangriento. Y te levantas tan contento diciendo, oye, lo que me ha cundido la noche.


Lo que ya no me mola tanto es cuando los sueños entran en un plano chechuarl. Al menos en mi caso. Ya son varias ocasiones en las que sueño que me enrollo con un hombre, generalmente actores, que me triplican la edad. ¿Por qué? Pues no lo sé. No es que esté deseando que llegue la hora de dormir para tener una aventurilla con algún machote cachondón, vamos a entendernos, pero ¿cómo puede ser que la mayoría de las veces que tengo algún escarceo subido de tono sea con un viejo? 


El primero fue Julio Iglesias, que ya me dirás tú en que punto me puede poner a mi Julito, eah.
El segundo fue el padre de los Douglas. Kirk Douglas, vaya, al que literalmente me tiré en un ascensor con sus 90 añazos rozando los 100. Qué vergüenza.
El tercero fue Clint Eastwood, con el que casi me morreo pero al final nada porque hablamos y vimos que no íbamos a ningún lado.


Y así todo. Y no entiendo nada porque la verdad es que no me va el rollo pellejo. Y no es justo, porque cuando sueño que el Pesqueira pilla cacho no es con Concha Velasco o Lola Herrera, precisamente. Me cuernea con Sofía Vergara que, por cierto, era su exmujer. Eso sí que es clase. Oooole.


Quizás es que le deseo siempre lo mejor, aunque me joda. Eso o que se me coló su sueño por aquello de dormir con las cabezas cerquita...¿eso cómo se llama?, ¿simbiosis?

jueves, 14 de julio de 2011

Encantadores rarunos de la calle (1ª Parte)



Conoces la ciudad que vives. Caminas por sitios recurrentes. Los que te gustan, los que te pillan de paso, los que te acercan a tu familia, los que disfrutas al estar con amigos. Y al final, con el tiempo, conoces a las personas que andan por esos mismos sitios con la misma frecuencia, y quizás con las mismas circunstancias, que tú. Desconocidos conocidos que ni si quiera son de tu barrio, si no de aquellos lugares por los que uno se mueve.


Sin contar con los de los estancos, panaderos, camareros, chinos, pakis y demás que, obviamente, te acabas sonando y saludando, la de personas extrañas que uno va conociendo a lo largo de la vida.


Este es solo un pequeño ranking.


1.) El Hitler de cafetería de la Escuela de Industriales: un hombre de edad desconocida, con su bigote, pues eso, a lo Hitler, y un mogollón de tics entre los que destacaba el de tocarse la nariz y luego el reloj intermitente y repetidamente. Si no iba con uniforme, desde luego se apañaba un total look con complementos del Coronel Tapicoca o whatever.


2.) Los Gemelos Heavys de la Gran Via: ¿quién no los conoce a estas alturas? Diría que hasta han salido en Callejeros. Durante años y años y años han permanecido y permanecen (espero) en la esquina del antiguo Madrid Rock. Qué disgusto se llevaron los pobres cuando lo chaparon. Desde entonces, ahí se han quedado. En invierno con chupas y en verano con micro shorts. Son mis favoritos.


3.) El marroquí de debajo de casa: habla como un marciano y no es cuestión del idioma. Habla, habla, habla, se caga en todo, habla, habla, habla. Y nadie le entiende. Inofensivo absoluto aunque da un poco de cosa. Kike es testigo de que cambia del arameo al perfecto castellano en milésimas cuando entra en el estanco y pide: "un Fortuna blando, por favor." 


4.) El viejito en pijama del banco: todas las mañanas está en el mismo banco en Plaza de Cataluña, en frente del Zurich, en pijama. Y no es que duerma allí. Llega todo aseado y se sienta a ver las horas pasar. Parece majo y tierno pero no lo es. Luego es un guarro que dice obscenidades. Pero no todo el rato. Por eso engaña.


5.) El hombre desnudo: Que se pasea en pelota viva entre los guiris, niños con globos y señoras con bolsas por las Ramblas. Dicen que lleva un elefante tatuado en la pelvis por aquello de hacer la broma con lo de la trompa. Yo, la verdad es que no lo he visto. El tatuaje, digo.

martes, 5 de julio de 2011

La vida secreta de los mecheros



Hay objetos que tienen vida propia. Los calcetines que rompen relaciones y abandonan a la pareja, las horquillas que huyen a parajes más cálidos y lejanos, las gomas de borrar que son inmortales o los mecheros que son capaces tanto de reproducirse cual conejos así como de abandonar el nido volando. 


Todos nos hemos encontrado en los bolsillos mecheros insospechados que jamás hemos comprado, con dibujos de toros y banderas de España, hojas de marihuana, tías medio en bolas o con la dirección de un asador de Teruel. Incluso algún día ha caído en el botín un clipper de los chulos que te pones tan contento, porque esos son los mejores, sin ninguna intención de mangar.


Todos, incluso, en algún momento rebelde de nuestra vida hemos chorizado un mechero en plena consciencia, aunque vayamos un poco pedo. Venga, joder, no lo neguemos. Alguna noche, en una fiesta, hemos pillado un mechero que no nos corresponde aprovechando la confusión y nos lo hemos agenciado porque qué dura es la noche teniendo que pedir fuego toelrato. Eso si, si hay muchos mecheros colgados por las mesas.


Pero lo que nunca jamás había visto antes es mangar un mechero con plena serenidad utilizando triquiñuelas y haciendo luz de gas. Nunca jamás, hasta ahora, había visto a alguien mantener tanto la calma, de tal manera y con semejante frialdad, como para coger el mechero sin que tiemble el pulso, que le has estado ofreciendo toda la noche. 


-"Qué curioso. Es igualito que el mío. También blanco y redondito. Es que éstos son los mejores." Y metérselo en el bolsillo con toda paz. Pues claro, es un clipper!


¿Cómo se queda uno? Pues sin palabras y sin fuego. Y sin ser capaz de llevar el juego más lejos y hacer una trececatorce para recuperarlo en plan reto. Para echarte una risas, sobretodo.


Los mecheros, por favor, se mangan. Pero sin artimañas, ¡por dios!