sábado, 10 de diciembre de 2011

Joan Baez se quitaba el bigote



A lo largo de la historia de la humanidad, el bigote ha se ha entendido como un indicativo de clase, sabiduría, autoridad o poder según el momento y la sociedad donde se ubique. Pero en hombres, chatas. Que sobretodo es símbolo de hombría y masculinidad.


Últimamente no paro de ver bigotes donde no corresponden. A no ser que estemos entrando en una nueva Era en la que las mujeres vamos a demostrar alguna novedad, ¿qué sentido tiene alisarse el pelo con la plancha o ponerse los hits de Zara cuando se lleva un mostacho a modo Cantinflas? Incongruencia total. La arruga es bella, pero llevar bigote es fuerte. Nosotras, la clase, la sabiduría y la autoridad ya la demostramos con otras muchas cosas. Con una mirada nos sobra y nos basta. Dejemos de comer terreno a los chicos.


Veo bigotes allá donde voy. Pero bigotes, bigotazos, no hablo de cuatro pelitos, vaya. Hablo de bigotes que ni el de Tom Selleck en labios cubiertos de gloss. Vamos a ver: si te pones gloss, te miras en el espejo. Si te miras en el espejo, tú mejor que nadie ves ese peazo de bigote. ¿O es que se puede caer en el pensar que los demás estamos ciegos o baaah, nadie se va a fijar? La gente se fija en todo pero, de todas formas, tampoco hay que fijarse mucho para ver según qué peazo de bigote. Y la solución no está en darle unas mechas californianas, por favor, que esas se llevan en la cabeza.


Bigotes, bigotes, bigotes... Madre mia, ¡¿en qué se está convirtiendo el mundo?! Mucho peeptoe y mucha leche pero con bigote. ¿Es una estola de visón ahora que llega el frío o es que hay una nueva tendencia muy moderna a lo Errol Flynn?


Veo bigotes allá donde voy. Veo bigotes y no lo entiendo. Ni aunque seas más hippie que Joan Baez. Que ella, si lo tenía, se ocupaba de quitarlo.


La guapa Joan sin su bigote y Errol con el suyo






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