lunes, 5 de septiembre de 2011

Mamá nos complica la vida


Hay pelis que marcan en la vida. Sobretodo las de la infancia. De pequeñas, mi hermana Elena y yo, que Marina andaba más ocupada suspirando por Rick Astley y Michael Jackson, podíamos pasarnos tardes enteras viendo la misma peli una y otra vez. Quizás exagero, pero lo recuerdo de esta manera. 


Nuestros hits, sin contar las Spielberg, claro, eran Siete Novias para Siete Hermanos, Un Cadáver a los Postres (esta a Marina también le chiflaba y nos descojonábamos juntas) y Mamá nos complica la vida.


Recuerdo cuando vivíamos en la otra casa, la moqueta verde y las faldas de la mesa con tréboles. Debíamos ser bien pequeñas y sería de las primeras veces que nos dejaban solas por la noche. Mi madre estaba ya arreglada para ir a cenar, guapísima, pero antes de salir nos aconsejó, bastante entusiasmada, que viéramos la peli que iban a poner esa noche, en la 1 o en la 2. Mamá nos complica la vida, de Vicente Minelli. Arriesgado título para recomendar a unas hijas.


Hoy por hoy sigue siendo una de mis películas favoritas. Porque me llena de recuerdos muy agradables y porque me sigue haciendo reir como una pava. Me encanta la casa, me encantan los vestidos de la madre, me encanta lo finos que son todos, me encantan Lord y Lady Broadbent y Señorita Jane Broadbent. Me descojono con Rex Harrison y Kay Kendall. Y me he muerto de la pena al saber hoy que, a raíz de esta película, Rex Harrison y Kay Kendall se enamoraron. Se casaron y a los dos años ella murió de leucemia con solo 33 años. 




Él ya estaba casado con otra mujer. Y pactó con ella este tiempo para poder cuidar de la actriz y acompañarla hasta el final.

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